6 Iyar 5782

¿Que es la Santidad?

De Parashá Kedoshim podemos aprender que lo sagrado no se consigue separándonos del resto de la congregación, sino justamente caminando codo a codo con los demás, de lo contrario, ¿qué sentido tiene ser “santos”; sólo para nosotros?

El parashá comienza con el decreto de Dios ordenándole al pueblo ser “Kedoshim”, sagrados o santos: “Habló Adonai a Moshé diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Consagrados habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Adonai, vuestro Dios”. (Vayikrá / Levítico 19:2)

Este versículo tiene otra particularidad, el mandato divino dice: “Kedoshim Tihiú”, “Consagrados habréis de ser”. El lenguaje es plural y no singular. La kedushá es alcanzable en la medida en que somos un colectivo, un grupo, una sociedad, no seres particulares que resaltan la individualidad por sobre todas las cosas. “Ser “Kadosh” de acuerdo con la Torá, nos compromete a estar conectados con el ambiente humano que nos rodea y comportarnos según lo bueno y lo correcto.

Le fue ordenado a toda la congregación de los hijos de Israel ser santos, ser consagrados. La orden no fue a cada uno en forma individual sino al pueblo como un todo, a la comunidad en forma completa.

El precepto que dice: “Santificados seréis, porque Yo Soy Santo”, es un tanto difícil de asimilar, pues si nadie puede entender ni siquiera quién es el Todopoderoso, ni hablar del concepto de cómo sería Su santidad, entonces, ¿a qué se refiere Dios al comandarnos asemejar nuestra santidad con la de Él?

Los comentaristas explican que se trata del conocido concepto de la Santificación del Nombre de Dios. Es decir: cuida que tu comportamiento sea correcto y propio, pues de esta manera Su Gran Nombre será santificado. En otras palabras, las personas que nos rodean observarán que quien se hace llamar parte del pueblo del Eterno, se comporta, como suele decirse, “como Dios manda”, generando así el efecto de que otros también quieran apegarse a hacer Su Voluntad, pues cada uno de nosotros, a nuestro nivel, tenemos un vínculo con el Creador del mundo. La humanidad está pendiente de nuestras acciones; consecuentemente, también debemos cuidar a toda costa que esta chispa divina que representamos se mantenga brillante y nítida, y justifique nuestro conocido apodo de ser “el pueblo de Dios”. Todos los que pertenecen a la casa de Israel tienen como precepto santificar el gran nombre del Creador, pues está escrito: ” Y seré santificado entre los hijos de Israel…” (Levítico 19:32). Cualquiera que se abstenga de una transgresión o cumpla un precepto, no por sí mismo sino por el Creador, santifica el Nombre de D-s. Pero si hacemos cosas que, por ejemplo, despiertan comentarios negativos entre la gente, profanamos el Nombre de D-s.

En hebreo, el término Beit ha-Mikdash convencionalmente traducido como templo, literalmente significa una casa de kedushah—de santidad. Entonces es apropiado preguntar, ¿qué es kedushah? En parashiot anteriores se había mencionado acerca de la pureza (“santidad”) pero referida a cosas o personas específicas, tales como el santuario, los cohanim, etc. En el parashá anterior (Ajarei Mot) la Torá enunció las instrucciones referentes a la moral básica del pueblo de Israel.

Ahora en este parashá, estás instrucciones de santidad abarcan a todas las personas, todas las edades y todas las situaciones de la vida diaria. Es por eso que son expuestas al pueblo de Israel en forma directa y similar a la enunciación de los Diez Mandamientos. Aquí el llamado de kedushá, que traducimos como “consagración”, no está dirigido a un sector del pueblo (como en el caso del sacerdocio, por ejemplo) sino a todos y cada uno. Algunos preceptos están enunciados en singular y otros en plural, mostrándonos la Torá que si bien hay una responsabilidad individual establecida es la comunidad la que velará por que el “sistema de mitzvot” funcione en armonía; para que no exista una moral colectiva distinta de la moral individual. El resultado final de las acciones de un individuo moral tiene que ser una sociedad moral.

Nuestros sabios comparan el capítulo 19 de nuestro parashá, con Éxodo capítulo 20, coincidiendo en que el parashá “Kedoshim”, fue enunciada ante toda la congregación de Israel y que la mayor parte de los fundamentos básicos de la Torá están contenidos en ella. Ellos dicen que en Parashá Kedoshim existe una correlación entre “Honrar padre y madre” y ‘Guardar el Shabbat”. De acuerdo con los sabios, la educación para la “kedushá” (“consagración”) debe iniciarse desde la infancia. Los padres a través de su conducta, deben ser una fuente de inspiración para sus hijos, pero todos, padres e hijos, deben estar y unidos armoniosamente en su fe en Dios, Creador del Universo, para que todo esto conduzca a la “creación” de un mundo como lo era antes, que es lo que representa el Shabbat.

En el versículo 18 de este parashá, dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo“. Las instrucciones enumeradas anteriormente culminan con esta mitzvah. El amor al prójimo no es una actitud abstracta, sino que se traduce en un proceso de respeto por la vida, por los sentimientos y por la propiedad de nuestro prójimo. Por lo tanto, este amor debe manifestarse en la protección de nuestro prójimo y su entorno.

Cumplir esta mitzvah es querer para nuestro prójimo todas aquellas cosas positivas que queremos para nosotros mismos, pero no sólo en el deseo sino en la práctica y en la realidad. Algunos sabios explican que, para amar al prójimo, primero uno se debe amar a sí mismo, o sea, la persona debe refinar sus cualidades, como la humildad, el respeto, los modales, etc., Para que entonces pueda amar a los demás. Según, Rambán, lo que la Torá quiere es que sintamos el deseo de que los demás logren el mismo éxito y prosperidad que nos deseamos a nosotros mismos. Debemos procurar una actitud tal que podamos desear que los demás lleguen a tener lo mismo que deseamos para nosotros.

Otros dicen que esto se refiere a que no solo debemos amar a quien nos es fácil amar sino incluso a aquellos a quienes nos cuesta trabajo amar.

Una de las formas de cumplir este precepto de amor por el prójimo es que la empatía que sentimos por el dolor de otros sea sincera y no fingida; siempre debemos tratar a los demás con respeto, procurar lo mejor para ellos, recibirlos con amabilidad, ser indulgentes, brindarles ayuda y no creerse nunca mejor que nadie.

Hilel dijo: “lo que te sea odioso, no se lo hagas a tu prójimo. Esta es toda la Torá. El resto son comentarios…” (TB Shabbat 31.a) Rabí Yeshua dijo, haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.(Mateo 7:12; Lucas 6:31)

Levítico 20:24 dice: “…os distinguí a vosotros de entre los pueblos…” El pueblo de Israel puede adjudicarse el hecho de haber sido escogido por Dios siempre y cuando se separe y aleje de los pueblos paganos y de sus normas corruptas. La elección del pueblo de Israel no es un derecho sino una responsabilidad. La consagración significa lealtad. La ruptura de esta lealtad trae consigo el deterioro de esta relación especial entre el pueblo de Israel y el Dios Creador de la humanidad. Para evitar este deterioro hemos recibido la Torá.

Resumiendo, “kedushá” y “kedoshim” nos hablan de la inmensa bendición de haber sido hechos a imagen y semejanza del Creador y de ser portadores de esas “chispas” de Él en nosotros y de lo que significa ser transmisores de esa luz a todo el mundo.

Shabbat Shalom!!!

Alejandro Alvarado