En el parashá de esta semana, D-s le dice a Abram que deje su casa y su tierra y que se dirija al lugar que Él le mostrará, prometiéndole que lo engrandecerá y hará de él un gran pueblo, una descendencia tan numerosa e incontable como el polvo de la tierra o las estrellas del cielo.

Abram obedece a D-s y, junto a su esposa Sarai, y su sobrino Lot, dejan la ciudad de Harán y van hacia la tierra de Canaán donde comienza a difundir el Nombre de D-s. Sarai, su esposa era estéril, y Abram tenía ya 99 años, pero D-s le asegura que al año siguiente ella dará a luz al hijo de ambos: Isaac.

Los pastores de Abram y los de su sobrino Lot no se llevan bien, la situación se torna insostenible. Abram le dice a Lot que elija la tierra que prefiera y él tomará la otra, para separar los rebaños y evitar conflictos.

Cuando en una oportunidad, Abram se queja por no tener hijos todavía, Dios le sugiere que cuente el número de estrellas en el cielo, porque sus descendientes serán tan numerosos como ellas. 

Esta vez, la promesa incluye un brit, que es un pacto con un ceremonial y además Abram es informado del exilio futuro y de la esclavitud de sus descendientes en una tierra ajena (Egipto). Finalmente, este brit entre Abram y Dios es formalizado exigiendo la circuncisión (Brit Milá) para él y para sus descendientes.

Por indicación de D-s, Abraham se circuncida a sí mismo, a sus hijos Ismael e Isaac, y a todos los varones de su casa. Es el primer Brit Milá (circuncisión) de la historia del pueblo de Israel. Al llegar a Canaán, Dios le dice a Abraham que le va a entregar esas tierras a sus hijos y en agradecimiento, Abraham construye un altar al Eterno. Esta promesa se repite en estos capítulos, y la misma es ampliada para asegurarle que sus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra. 

El Brit Milá se ha convertido en una de las ceremonias más importantes y respetadas en la tradición judía. Se considera que este es el momento de la iniciación del recién nacido en el seno de su comunidad. Para Rambam, el brit constituye una enseñanza muy importante, porque a través de esta ceremonia se enseña que el sacrificio personal, el dar de uno mismo, es indispensable en la relación hombre-hombre y en la relación hombre-Dios.

Abraham es un claro ejemplo de cómo el salir de la zona de confort puede generar grandes cambios. Si Abraham hubiese priorizado su comodidad, no habría iniciado el camino que D-s le mostraba. La vida no es algo estático, los seres crecen. En especial el hombre, que crece tanto física como espiritualmente. Para ello debe salir de su estado anterior, avanzar, progresar, dejar de lado sus limitaciones. Un escalón tras otro en un ascenso sin final. Arriesgarse, buscar siempre dar un paso más, es algo que asusta, pero nos hace crecer y desarrollar nuestro máximo potencial.

Y así también nosotros, los hijos de Abraham, continuamente oímos la voz de D-s que nos dice: “Abandona tu tierra, tu lugar natal, la casa de tus padres”, sal de lo que antes fue lugar de crecimiento y encamínate a una nueva tierra en la que te vas a desarrollar aun más. Y es este viaje contínuo, fuera de nuestras limitaciones, en busca del crecimiento, el que nos va llevando lentamente hacia ese momento en que vamos superando nuestros miedos y lo que nos impide crecer.  

Por eso en lugar de decir simplemente: Léj, «ve», D-s dice: Léj-Lejá «ve hacia ti mismo» y esto es lo que D-s nos dice a todos: Léj-Lejá, «ve hacia ti mismo», «ve hacia tu interior» —y me encontraré contigo allí—. Incluso aquellos que no son llamados a dejar su hogar o su tierra física, D-s los envía a este viaje interno de fe: ve hacia ti mismo, hacia la esencia de tu alma, hacia tu propósito final, hacia esa tierra interior que te mostraré para que crezcas y te desarrolles plenamente.

El primer paso crucial en la vida es ir hacia adentro a nuestro propio interior y auto-descubrir lo que D-s nos ha llamado a ser, para descubrir nuestra misión en la vida. Parashá Lej Lejá muestra la vida de Abram de edad de 75 años a 99 años. Esto significa que él vivió la mayor parte de su vida sin saber muy bien cuál era su destino, o su propósito en la vida

Otro punto importante: prestemos un poco de atención en lo referente a la fe de Abraham. Si bien él obedece a D-s y sale de su tierra para formar un nuevo pueblo, se muestra dubitativo en varias ocasiones. Abraham duda, se cuestiona, incluso interpela a D-s cuando no está de acuerdo.

La fe de Abraham es profunda y fuerte, pero no ciega, es decir, él se atreve a racionalizar y cuestionar. Frente a estas dudas D-s no se enoja, por el contrario, lo acoge. 

Abraham es un ejemplo de espíritu crítico, y a la vez de humanidad al permitirse dudar. El cuestionamiento es parte la fe, y si se hace dentro de un marco de respeto puede fortalecer aún más nuestro vínculo con D-s.

Cuando D-s habló con Abraham, le prometió muchas cosas, que sería bendecido, que su nombre sería engrandecido. Pero para esto, Abraham debía ser motivo para que la gente bendijera a D-s. Esa debía ser su esencia: que a través de sus acciones los hombres santificaran el nombre de D-s. Así atraería bendición hacia todo el mundo. Así cada uno de nosotros, somos “embajadores de luz” y nuestras acciones deben llevar a los hombres a bendecir a D-s.

Léj Lejá”, ve hacia ti mismo. ¿Cómo una persona puede irse hacia sí mismo?

Observémonos, y caminemos hacia lo que somos realmente.

Tratemos de evitar seguir objetivos que nos alejen del Todopoderoso. Pongámonos como meta personal buscar nuestra espiritualidad escondida, sacarla a flote, desarrollar nuestras verdaderas fuerzas humanas, y acercarnos así cada vez más al Rey del universo.

¡Shabat Shalom!

Alejandro Alvarado (Dan ben Avraham)