La Canción de la Vida

Parashá Ha’azinu es el cántico con el cual Moisés se despide del pueblo de Israel después de haberlo guiado por el desierto y estando próximo a morir. Este cántico describe y sintetiza la historia de nuestro pueblo y su relación con el Creador. Aquí Moisés habla mayormente del futuro, pero sin olvidar el presente y el pasado. Advierte al pueblo, lo guía y lo aconseja, en los momentos previos a dejar su misión como líder del pueblo. En este relato Moisés adopta otro tipo de acción, si lo comparamos con otras partes de su discurso de despedida que representa el libro de Deuteronomio. Hasta ahora Moisés, enseñaba o reeditaba los mandamientos para el pueblo, o los reprendía cuando desobedecían. En parashá Ha’azinu, Moisés canta. No es la primera vez que Moisés canta. Recordemos la canción en la división milagrosa del Mar Rojo, en la cual todo el pueblo cantó por la acción Divina sin precedentes para librarlos de manos del Faraón. En parashá Ha’azinu Moisés canta solo. La generación que dejó Egipto ha muerto y pronto Moisés los seguirá. En este contexto resulta un poco extraño entonar una canción. Sin embargo, es lo que hace Moisés. Aquí Moshé Rabenu acepta la justicia divina, encontrándose a un paso de la muerte. En lugar de evitar este tema doloroso, Moisés lo afronta, mostrando la aceptación de D-s y su voluntad. 

Ha’azinu significa” escuchen”. Es lo que Moshé Rabenu pidió al pueblo de Israel: “escuchen todo lo que hablé con ustedes estos últimos cuarenta años”, y comienza su poético relato comparando la sabiduría eterna de la Torá con refrescantes gotas de agua que dan vida, deseando que las palabras de la Torá alimenten nuestra neshamá (alma) así como el rocío y la lluvia que dan vida y sustento a los cultivos del campo. En la literatura rabínica, la Torá es a menudo descrita como el agua, ya que ésta también da vida al ser humano. Moshé presenta cuatro imágenes diferentes, cuatro formas en las que el agua desciende del cielo: lluvia, rocío, llovizna y gotas. Cada una con una intensidad diferente pero siempre con la capacidad de penetrar en la tierra a diferentes niveles. Sabemos que sin lluvia nada crece en el campo. Así es la Torá en nuestras vidas: como la lluvia que da vida y crecimiento. De ella aprendemos sus valores y seguimos sus reglas. Es un pilar fundamental en nuestro desarrollo personal. Las palabras de la Torá son como la lluvia que cuando cae, no parece que dejara impresión sobre las plantas, y recién después, cuando sale el sol de entre las nubes, y brilla sobre la tierra, podemos apreciar los resultados de la lluvia. Así son las palabras de la Torá. Aunque al momento de oírlas no podamos detectar su influencia, no obstante, a su debido momento, su efecto se hará evidente.

En otra parte de su canción, Moisés llama a los Cielos y a la Tierra como sus testigos para exhortar al pueblo y les dice: “Recuerda los días de antaño. Considera los años de muchas generaciones; pregunta a tu padre y él te relatará; a tus ancianos y ellos te dirán” y les recuerda como D-s los encontró en “tierra desierta” los eligió para sí mismo, los hizo un pueblo y les legó una hermosa tierra. De esta manera, Moshé Rabenu afirma lo que dice y que es tan cierto que tiene 2 firmes testigos: Los Cielos y La Tierra. Testigos que no mueren, sino que están siempre presentes.

En su canción, Moshé no deja de advertir al pueblo acerca de las calamidades que ocurrirán cuando D-s “oculte su rostro”. El verso 20 dice: Dijo (refiriéndose al Eterno): voy a ocultar mi rostro de ellos y habré de ver cuál será su fin; ya que son una generación perversa, hijos en quienes no hay fe”. ¿Qué nos quiere decir D-s con esto?

¿Cuántas veces en momentos difíciles, nos preguntamos, “¿Dónde está D-s? Esto es un dilema del cual se ha discutido mucho. En este verso se menciona el “ocultamiento” de D-s, pero ¿qué ocurre en el hombre? En el libro de Bereshit se cuenta lo acontecido luego de que los primeros seres humanos comieron del fruto prohibido: “Mas escucharon la voz de Adonai que se expandía por el huerto, cuando declinaba el día y se escondió el hombre, y su mujer, de ante la presencia de Adonai, entre los árboles del huerto” (3:8). ¿Qué ocurrió? Cometieron un “jet” (pecado en hebreo), un error, y se escondieron de D-s. La voz divina se expandía en el jardín, ellos la oyeron y se ocultaron. Quizás la consecuencia directa de una transgresión sea el “alejamiento” mismo de D-s; nuestra conducta es la que nos aleja. Cuando nos encaminamos hacia el mal, estamos tan convencidos de que nuestra actitud es la correcta que es difícil poder ver y “estar cerca de D-s” en ese momento.

Otro ejemplo es el de Caín, tras enterarse de su castigo: “He aquí que me has expulsado, este día, de la faz de la tierra. De tu presencia habré de ocultarme y seré errante recorriendo la tierra” (Bereshit 4:14). Luego del asesinato que cometió, no puede más que ocultarse de D-s. Podríamos decir que D-s no se apartó por su propia voluntad, sino que fue expulsado.

D-s no es un D-s oculto pero El se oculta. Es decir, su ocultarse es una función, no su esencia; es un acto, no un estado permanente. Sólo cuando lo abandonamos nosotros a El, rompiendo el pacto que D-s ha concretado con nosotros como su pueblo, D-s entonces oculta su rostro, y la consecuencia de este ocultamiento de D-s es que el hombre oye, pero no comprende, ve pero no percibe. 

Este tema está muy bien ilustrado en el siguiente cuento jasídico: un niño estaba jugando a las escondidas, con un amigo. Se escondió y aguardó a que su amigo lo encontrara. Pasó el tiempo, pero su amigo no lo halló. Finalmente, abandonó su escondite, miró alrededor, y vio que su amigo se había ido. Entonces, llorando, fue a ver a su abuelo.

“¿Por qué lloras?, le preguntó el hombre.

” Me escondí” dijo el niño entre sollozos, “ y nadie vino a buscarme”.

Es lo que, a veces, sucede con D-s. El se oculta y nadie lo busca. Pero la voluntad de D-s es estar aquí, cercano y manifiesto.

En estos días difíciles, en que nuestras almas están más sensibles porque acabamos de conmemorar Yom Kippur, días en que estamos más abiertos a pensar, es tiempo de reflexionar acerca de nuestra actitud hacia el Creador. ¿Cuántas veces le echamos a D-s la culpa de los males de la sociedad? No nos damos cuenta de que es el hombre mismo que causa la ruina y la destrucción. ¿Cuántas veces creemos que es D-s quien se oculta de nosotros y no nos damos cuenta que somos nosotros quiénes nos ocultamos y nos distanciamos de El?

Quizás de vez en cuando D-s se esconda, pero es con el propósito de que lo busquemos y lo encontremos. Incluso en momentos de angustia y desesperanza es posible encontrar a D-s pues el siempre está cerca.

En el Salmo 27 podemos leer: “En día de aflicción, El me cobijará en su Tabernáculo, me ocultará en su morada, me elevará sobre una roca…No te ocultes de mi, oh D-s, no rechaces con tu ira a tu servidor; Tú has sido mi ayuda, No me abandones ni me desampares, D-s, mi Salvador…Ten esperanza en D-s, anímese y fortalézcase tu corazón y confía en D-s”.

El parashá concluye con la instrucción de D-s hacia Moisés de subir a la cima del Monte Nevó, desde donde observará la Tierra Prometida antes de morir ahí. “Tú verás la tierra frente a ti; pero no entrarás allí, a la tierra que yo doy a los hijos de Israel”.

Quiera el Eterno que seamos como Moisés en esto. Que seamos capaces de cantar aún cuando las cosas no vayan como queremos y que no olvidemos lo que D-s ha hecho con nosotros. Como estuvo con nosotros en el pasado como está con nosotros hoy y como lo estará siempre; para que reconozcamos su grandeza y su justicia.

D-s nos ha dado una nueva oportunidad en este año. De nosotros depende darnos cuenta de nuestros errores pasados y aceptar su camino para seguir por el.

Shabbat Shalom

Alejandro Alvarado